viernes, 19 de septiembre de 2008

Carta de un patriota de vida licenciosa


Hace doscientos años, el 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid se alzaba contra el invasor francés. Era el comienzo de la llamada Guerra de Independencia. La lucha contra los ejércitos napoleónicos que ocupaban la Península se iba a prolongar durante seis interminables años.
En mayo de 1809 un anónimo vecino de Aspe que decía llevar una vida ociosa y llena de vicios (y digo “decía” porque se puede sospechar de alguien que en realidad no sería ni tan anónimo ni tan crápula) escribió una sorprendente carta a la Junta Central de Gobierno proponiendo la creación de un ejército de hombres de su misma condición, algo así como un ejército del hampa, un "exercito de viciosos", que invadiese la enemiga Francia. Esta tropa de malhechores con la debida instrucción militar se convertiría en una fuerza temible capaz de poner en jaque a las tropas de Napoleón en el mismísimo corazón del Imperio. A continuación, la transcripción de la misiva:

" Señor soy vasallo de V.M. con vanidad de poser esta suerte, soy esclavo de mi Sor. y Rey que Dios guarde D. Fernando septimo y de la Patria y me afligen al mismo tiempo las inevitables desgracias de mi personal condicion, pues soy visioso que poseo sobre todo el ocio y la ninguna aficion al trabajo empleado por lo comun en el juego criminal tratos ilicitos torpes y escandalosos tanto que quando en algunos intervalos medito el estado de mi vida yo mismo me sentencio la causa pero estas reflecciones me son tan pasajeras que nunca me anecho mudar de vida y asi es que mantenido en los propios vicios no puedo negarne ser la polilla del Pueblo. Me formo yo mismo dha acusacion por que teniendo los mayores sentimientos del estado de la Patria y que ya en sacrificio se ansacado todos los mozos solteros de la mejor conducta para el servicio de las Armas, no se eche la mano de personas de mi condicion con cuya determinación se lograria dar fuerza al Exto. y quitar al pueblo la polilla que le invilese cuyo ramo bien ejercitado seria poco juntar quarenta mil hombres los que si se destinasen a una invasión en el territorio enemigo, solo por husar de sus inclinaciones viciosas serian los mas fuertes y los que mas confusion causarian. Este exercito de viciosos governado por el metodo de los Honrados, seria aumentar los males por que por descontado la dicercion seria inevitable y por consiguiente inundarse la tierra de malhechores y salteadores de caminos pero si a estos hombres se les disciplina en el manejo del Arma en el encierro de cualquiera parte y de aquí salen a parajes remotos que no les sea facil bolverse a su Pais, como seria si les invadiesen en territorio enemigo quedarian transformados y reportarian la mejor hutilidad en ambos extremos indicados. V.M. mas sabiamente tendra presente el impulso de lo contenido en este papel para disponer lo que la superior penetración de V.M. tenga previsto sobre ello indultando de esta accion y atrevimiento de poner en la concideracion de V.M. al Exponente que ocupado continuamte. su juicio en los medios de salvar a la Patria, es el primero que se constituye reo pero reconciliado para conseguir la independencia con mayores ventajas. Dios guarde la mas interesante vida de V.M. para el consuelo y gobierno de sus vasallos. Aspe y mayo 10 de 1809."

(Archivo Histórico Nacional, ESTADO, 50, C.)

martes, 26 de agosto de 2008

Edificios, infraestructuras y lugares en el Aspe de Época Moderna (ss. XV-XVIII)



SIGLO XV

- Castillo (¿Aljau?).
- Mezquita Mayor.
- Mezquitas (Orts y Cerdán).
- Judería y Sinagoga (Toma de posesión de 1478).
- Iglesia medieval- ermita de san Juan.
- Plaza.
- Casa del Señor.
- Lonja o Porche de la Casa del Señor.
- Paraje de las Fuentes.
- Horca.
- Portal de la villa.
- Huerta.

SIGLO XVI
- Castillo (¿Aljau?).
- Iglesia (antigua Mezquita).


SIGLO XVII

- Iglesia Parroquial.
- Ermita de los Hondones (santuario de la Virgen de Loreto de Hondón/Virgen de las Nieves).
- Ermita de San Juan ( primera iglesia de Aspe).
- Ermita de la Concepción (extramuros).
- Portal de la ermita.
- Casa de la Señoría/Casa Palacio.
- Graneros y caballerizas.
- Bodegas.
- Sala Nueva del Consell – Ayuntamiento.
- Casa Hospital.
- Hostal-Mesón.
- Cárceles.
- Cadalso - horca.
- Horno de vidrio.
- Tres hornos de pan: 1) el de la calle de la Iglesia, 2) el del Barranco y 3) el horno nuevo.
- Monte Calvario.
- Casas-cantarería: 1) la de la Judería, 2) la de “vora del riu”, 3) la del “Avinent” y 4) la del “racó”. Calle Cantarerías / actual Calle San Pascual.
- Tienda (1645).
- Panadería (1668).
- Carnicería/Pilón de carne.
- Molino harinero/Molí de la vila.
- Raval del Molí (allí había una casa propiedad de la Señoría que antes había pertenecido a la Santa Inquisición).
- Puente-rafa del Fauquí.
- Taberna.
- Monte Calvario (fuera de la villa).
- Huerta.

SIGLO XVIII

- Casa de la Villa con la sala de Cabildos (que se estaba construyendo nueva en 1705) – Ayuntamiento.
- Tienda (plaza).
- Hornos.
- Bodegas (plaza).
- Horcas junto a la Casa de la Villa.
- Cárceles.
- Palacio (plaza).
- Mesón-Posada (plaza).
- Hospital de Caridad/Ermita de San Juan.
- Molinos.
- Destilerías de aguardiente.
- Puerta de Orihuela.
- Castillo del Aljau (en ruinas en la segunda mitad del siglo).
- Castillo del Calvario (en ruinas).
- Puente del Barranco del Calvario.
- Puente del Barranco del Baño.
- Puente-rafa del Fauquí.
- Rafas y acequias (Fauquí, Aljau, Mayor, Dordu)
- Pozo de Nieve.
- Conducción de agua a Elche (puente de los Cinco Ojos, puente de los Cuatro Ojos…)
- Iglesia.



Fuentes: Libros de Visitas, Libros de Fábrica, Autos de Toma de Posesión, Actas Capitulares, Cartas al Cabildo, Ma de Consells, Protocolos Notariales, descripciones de viajeros ( Jerónimo Münzer, Hernando Colón, Antonio José de Cavanilles...),etc.

martes, 29 de julio de 2008

Las hogueras carlistas


Los conflictos cainitas, las guerras civiles, los enfrentamientos entre compatriotas han caracterizado la historia contemporánea de España. Para conocer buena parte de lo que hemos sido y hemos hecho los españoles a lo largo de las dos últimas centurias, basta con contemplar la pintura de Francisco de Goya titulada “Duelo a garrotazos”. Con el pincel y sin palabras, Goya dibuja en el lienzo todo un tratado de historia. Sobre un paisaje montañoso, áspero, duro, hostil, salvaje, bajo un cielo que va cubriéndose de nubes negras de tormenta, se ve a dos individuos ensombrecidos por la creciente tiniebla, desdibujándose, diluyéndose... desapareciendo. Dos seres hirsutos, indómitos, embrutecidos. Son sus atuendos el único atisbo de humanidad que les queda. Son dos hombres-lobo esgrimiendo garrotes. Están enterrados hasta la rodilla, atrapados, hundidos en el lodo del odio que los inmoviliza y los engulle. Son dos hermanos a punto de asesinarse. Son dos españoles dirimiendo sus diferencias.

En 1872 comenzaba la Tercera Guerra Carlista. El pretendiente al trono español Carlos María – Carlos VII para los carlistas- se enfrentó sucesivamente a Amadeo I, a la República y, por último a Alfonso XII, en una larga contienda que finalizó con la toma de Estella en 1876. Los escenarios principales del conflicto fueron las Vascongadas, Navarra, la fachada este peninsular (Cataluña, Aragón y Valencia) y algunas zonas aisladas y agrestes de Castilla la Nueva y Andalucía.
En las comarcas alicantinas operaron varias partidas carlistas (Larroche, Aznar), pero la más intrépida y temida fue la del coronel jumillano Miguel Lozano.
En Aspe, igual que en otros muchos lugares, se había creado el cuerpo de Voluntarios de la República. Era una milicia integrada mayoritariamente por jornaleros con la misión de garantizar el orden, enfrentarse a cualquier partida carlista que apareciese por el término o auxiliar a aquellas localidades vecinas que pidiesen ayuda. En respuesta a una solicitud del ayuntamiento, el Jefe de Orden Público de la provincia había entregado a las autoridades locales cien fusiles, otras tantas bayonetas y tres cajones con mil cartuchos cada uno para dotar al contingente. El 8 de junio de 1873 se proclamaba en los balcones del Ayuntamiento de Aspe la República. Las dos compañías de Voluntarios con sus jefes y oficiales formaban en la plaza.
Desde finales de agosto, comenzarían a establecerse retenes y rondas de guardia en la población. Una columna de guardias civiles y carabineros que perseguía a la partida de Aznar pernoctó en la villa el día uno de septiembre.
El temor a una incursión iba creciendo conforme pasaban los días y se iban recibiendo noticias de lo que sucedía en otros lugares. Ante este permanente estado de amenaza, el ayuntamiento decidió tomar una serie de medidas de carácter defensivo encaminadas a proporcionar seguridad y tranquilidad al vecindario y a disuadir cualquier amago carlista. Había que fortificar la entradas y salidas del pueblo. A tal fin, se creó una comisión municipal formada por el tercer teniente de alcalde y los regidores José Pujalte y Rafael Pérez, quienes, en unión con el maestro alarife (albañil), designarían los puntos de la población donde debían construirse tapias con aspilleras (huecos para disparar) o colocarse puertas, procurando, al mismo tiempo ,que estas obras no entorpecieran la actividad agrícola y comercial de la villa. En las actas de pleno se habla, por ejemplo, de una puerta de dos hojas en la tapia del callejón del Lavadero de la Lana ( cerca de la plaza de San Juan); de otra tapia en la calle de la Vereda; de los gastos ocasionados por la colocación de cerrojos y herrajes en las puertas y portillos de la villa; de un retén de guardia en la calle de Orihuela; del esfuerzo económico que se estaba realizando en el mantenimiento del orden público, el sostenimiento de la tropa y la asistencia a los voluntarios que caían heridos en las batidas contra los carlistas...
Así y todo, en octubre de 1874, la partida del coronel Lozano entró en Aspe. Tras el saqueo de las dependencias municipales, los carlistas encendieron en la noche del 9 de octubre sendas hogueras en medio de la plaza y en la antesala de la Casa Consistorial donde se quemaron el registro civil, algunos libros de actas municipales y los quepis y correajes de los Voluntarios de la República. Antes de abandonar la población, los carlistas no se olvidaron de cobrar un “impuesto” o contribución de guerra que se vieron obligados a satisfacer algunos vecinos acomodados.

jueves, 24 de julio de 2008

Diciembre de 1930


Hace mucho tiempo, cuando mis abuelos eran niños todavía, la actual Avenida de la Constitución se llamó Avenida de las Víctimas del 18 de Diciembre.
La historia se ha escrito - sigue escribiéndose- en letras rojas de sangre. Nunca supimos gobernarnos, nunca supimos hacer ninguna revolución, nunca supimos elegir bando porque siempre, siempre, hubo víctimas. Ocurre que los hombres no sabemos, no podemos o no queremos hacerlo mejor. Y no se observan síntomas de mejoría.

A finales de enero de 1930 el general Miguel Primo de Rivera presentaba su dimisión al rey Alfonso XIII. La dictadura había acabado con el prestigio de la monarquía y los opositores republicanos comenzaban a soñar con la caída del rey y la instauración de un régimen republicano en España. El movimiento obrero adquiría cada vez más fuerza y utilizaba el arma de la huelga para conseguir sus objetivos y poner en jaque a los débiles gobiernos que sucedieron al de Primo de Rivera. En agosto, se reunieron en la ciudad de San Sebastián representantes de diversas fuerzas políticas contrarias a Alfonso XIII para adoptar las líneas de acción que condujeran a una república parlamentaria. Del llamado Pacto de San Sebastián salió el compromiso de formar el Comité Revolucionario Nacional que asumiría la dirección del proceso. Fundamentalmente, todo consistía en provocar un pronunciamiento militar que, unido a la huelga general, lograse acabar con la Monarquía. El Comité eligió para el levantamiento la fecha del 15 de diciembre, pero los militares republicanos de la guarnición de Jaca se adelantaron, sublevándose el día 12. La precipitada rebelión de Jaca fracasó y los cabecillas fueron ejecutados.
El día 15, efectivamente, la huelga estalla en muchos lugares, sobre todo en el Levante y Aragón.
Aspe, además de unirse a la sublevación siguiendo las consignas del Comité, llegó a proclamar la República, hecho que puede explicar la dura represión del movimiento insurreccional en nuestra localidad. Los días 15, 16 y 17 transcurrieron relativamente tranquilos, pero el 18 de diciembre resultó trágico. Ese día, un grupo de guardias civiles abrió fuego contra los manifestantes causando varios muertos y heridos. Poco después, intervino la Legión, aplastando la revuelta y tomando el control de la villa. Sofocada la sublevación, se desarmó al vecindario y se practicaron numerosas detenciones entre los insurgentes. Los principales dirigentes revolucionarios de la localidad fueron conducidos a la prisión de Alicante, de donde no saldrían hasta el triunfo republicano. Los periódicos más importantes del país se hicieron eco de los acontecimientos de Aspe.

Tras la proclamación de la II República en abril de 1931, se había constituido en Aspe un gobierno local republicano. Las nuevas autoridades municipales querían esclarecer los sucesos del mes de diciembre, identificar a los responsables civiles o militares y conducirlos ante la justicia. En la sesión del pleno de 24 de septiembre de 1931 (1), la corporación municipal aprobaba un escrito dirigido al Presidente de la Comisión de Responsabilidades y a los señores diputados de la provincia, en el que se ofrecía una versión de los hechos acaecidos en la población durante aquellos convulsos días. En el acta de la sesión se narra así lo sucedido:

Exmo. Sr., Aspe, llevado de su espíritu republicano, tomó parte unánime y activa en los sucesos revolucionarios del pasado diciembre, obedeciendo las órdenes del Comité; el quince de dicho mes se declaró la huelga general que continuó hasta el día diez y siete del mismo, sin que durante dichos días ocurriese el menor incidente, siendo el paso absoluto y garantizando el orden los mismos elementos revolucionarios, los cuales se vieron sorprendidos el día diez y ocho del referido mes cuando pacíficamente y en gran número por el estado de huelga transitaban por la Plaza del pueblo con la presencia de un autobús que conducía doce guardia civiles y un teniente del mismo Instituto, los cuales, sin previo aviso, y emboscados en el mismo coche, hicieron numerosos disparos contra el vecindario, para momentos después seguir disparando una vez descendidos del auto, originando tres muertos, entre ellos, una niña de tres años de edad, y numerosos heridos, muchos de ellos graves, por cuyo motivo tuvieron que sufrir amputaciones de miembros. Ante el asombro y la consternación del vecindario, atravesaron la población las referidas fuerzas disparando contra todo transeúnte y en retirada ante el pánico que les infundiera un enemigo imaginario, hasta el extremo de haber causado la muerte de un pobre posadero en el preciso momento en que éste cerraba las puertas de su casa. Y como si esto fuera poco, a las dos horas se veía invadida la población por numerosas fuerzas de la Guardia Civil y una Bandera del Tercio que acordonaron la población y ante el pánico del vecindario, que tenía las casas cerradas, obligaron a abrirlas convocándoles a la plaza pública donde maltrataban y amenazaban a los vecinos para que gritasen ¡viva el Rey! Para justificar, sin duda, su desdichada actuación, el comandante de la fuerza publicó un bando requiriendo al vecindario para que entregase toda clase de armas, intimidando con registros domiciliarios, y los vecinos entregaron las escopetas de caza de que disponían y de una manera cobarde y falsamente, se informaba a las autoridades de los sucesos diciendo que el pueblo estaba armado y haciendo fuego y que habían recogido dos sacos de escopetas y pistolas; telegramas inexactos y tendenciosos que eran glosados por la prensa de la derecha especialmente “El Debate”. Todos estos hechos más o menos desvirtuados se hicieron públicos por la prensa de aquellos días. No terminó aquí el calvario de los vecinos de esta villa. La misma noche y valiéndose seguramente de la delación de los enemigos personales y políticos de la localidad eran trasladados a la cárcel de Alicante todos aquellos hombres de alta o baja condición social que eran conocidos como republicanos y víctimas de la Dictadura los cuales fueron vejados, injuriados, incluso atormentados por la Guardia Civil, sufriendo la cárcel hasta el día de la proclamación de la República…

(1) Archivo Municipal de Aspe, Actas de Pleno, 1931-1932, fol. 54v y ss.

martes, 22 de julio de 2008

Don Gutierre de Cárdenas, señor de Aspe

Un renombrado personaje de la Corte, un cercano colaborador de los Reyes Católicos, un magnate que había amasado una gran fortuna al servicio a los monarcas, compraba la villa de Aspe en 1497 a don Juan Ruiz de Corella, conde de Cocentaina, por un precio de 41.000 libras reales de Valencia. Se llamaba don Gutierre de Cárdenas y Chacón, ostentaba el título de Comendador Mayor de León de la Orden Militar de Santiago y también era señor, entre otros lugares, de Maqueda y Torrijos en Castilla y de Crevillente y Elche en el reino de Valencia.

¿Quién fue don Gutierre? ¿Qué importancia tiene este personaje en la historia de Aspe?

El 31 de enero de 1503, don Gutierre exhalaba su último aliento en una de las estancias del palacio arzobispal de Alcalá de Henares, residencia de su amigo el cardenal Cisneros. Hasta el lecho de muerte se habían acercado Isabel y Fernando, los reyes de Castilla y Aragón. Despedían a un fiel servidor, a un eficaz colaborador, a un hábil consejero, pero también a un querido amigo.
Un instante antes de fallecer los grandes episodios de la dilatada vida del Comendador Mayor aparecieron frente a él como las escenas de un retablo. En una partícula de tiempo cabía toda una biografía. Arrepentido de sus pecados, descargada la conciencia del peso de la culpa, murió tranquilo, quizá, satisfecho.

Todo había empezado en Ocaña, la pequeña villa que le vio nacer. Su padre, Rodrigo de Cárdenas, comendador y trece de la Orden de Santiago, había contraído matrimonio con doña Teresa Chacón, hermana del influyente cortesano don Gonzalo Chacón. Este tío materno llegó a mayordomo de la Casa de la infanta Isabel (la futura Isabel la Católica) y fue quien introdujo en la corte a su sobrino Gutierre.
Algunos textos nos retratan a don Gutierre. Nos hablan de su aspecto físico, su personalidad y cualidades. Lo describen como un individuo de mediana estatura, orondo, pelirrojo, con la piel moteada de pecas, no muy agraciado. Son abundantes los elogios a su sagacidad y maña, a su inteligencia y buen juicio. Pero también fue objeto de difamación. Para sus enemigos era un personaje intrigante y codicioso que supo elegir a sus patrones, que supo ponerse del lado del bando vencedor. Algunos, incluso, llegaron a acusarle de cometer los delitos de cohecho y malversación.

En sus principios fue criado de don Alonso Carrillo de Acuña, arzobispo de Toledo, entonces uno de los hombres más poderosos de Castilla. Era costumbre que la pequeña y mediana nobleza colocara a sus vástagos al servicio de la aristocracia, buscando para ellos sustento y patrocinio. Así, don Gutierre, apadrinado por el arzobispo y gracias a la influencia de su tío, asciende al servicio de la realeza en 1467 con el cargo de maestresala de la infanta doña Isabel, que un año después iba a ser reconocida como Princesa de Asturias y heredera al trono de Castilla. Don Gutierre pasaba a formar parte del círculo de colaboradores de la futura reina de Castilla. Isabel se dejó guiar por estos hombres para alcanzar el trono. Eligió junto a ellos, frente a los planes de su hermano, el rey Enrique IV, a su futuro marido. Iba a ser Fernando de Aragón.

¿Por qué el aragonés? Los motivos de tal elección parecen claros. Por un lado, estaba la comunión de intereses entre los hombres que rodeaban a Isabel y el rey de Aragón, padre de Fernando, don Juan II. Por otro, la idea de conseguir la reunificación de los reinos peninsulares. Y por último, pero no menos importante, la generosidad de los aragoneses, el oro rutilante. El asunto del matrimonio de Isabel y Fernando le reportó a don Gutierre, entre otros beneficios, 2.000 florines de oro, una ceca o casa de moneda a escoger y las villas de Maqueda, Crevillente y Elche.
Ante la oposición de Enrique IV de Castilla, contrario a la unión de Isabel y Fernando, don Gutierre y el cronista Alonso de Palencia fueron enviados en secreto a Aragón con el propósito de traer de incógnito a Fernando y conducirlo hasta la princesa que esperaría en Valladolid. La misión fue un éxito.
Nunca antes se habían visto los príncipes. Cuando Fernando se presentó ante Isabel fue don Gutierre quien lo identificó. Nuestro protagonista, cercano a la princesa, señaló a Fernando y dijo al oído de su señora: “Ese es”. La frase se hizo célebre y dio lugar a las “S” que aparecen en el escudo de armas de los duques de Maqueda y que nosotros podemos observar, a poco que prestemos atención, en la bordura del blasón que se conserva en el edificio histórico del Ayuntamiento de Aspe (ver en este mismo blog "De señores y vasallos").

El porvenir se presentaba incierto para los recién casados. Enrique, indignado, desposeyó a Isabel del título de Princesa de Asturias y nombró a su hija Juana, apodada la Beltraneja, nueva heredera al trono. Pero el rey de Castilla fallecía en Madrid el 11 de diciembre de 1471. Isabel que se encontraba en la cercana Segovia recibió pronto la noticia. Sin perder tiempo, inició los preparativos para su propia coronación. Dos días después, con Fernando ausente, salía Isabel del alcázar segoviano a lomos de un palafrén, tomado de las riendas por dos regidores de la ciudad. Delante de la flamante reina iba su fiel don Gutierre, solo, a caballo, sujetando por la punta una espada, simbolizando con ello que correspondía a la nueva soberana impartir justicia en sus reinos.
Una vez proclamada Isabel, don Gutierre y su tío don Gonzalo, calificados por un resentido Alonso de Palencia como los “principales cortesanos y aduladores de la Reina”, recibieron como recompensa a su lealtad y a los servicios prestados sendas Contadurías Mayores. El oficio de Contador Mayor, desempeñado siempre por hombres de la máxima confianza regia, consistía en llevar las cuentas de la Hacienda y en asesorar a los monarcas en la política económica.
La auto-coronación de Isabel convirtió en inevitable la guerra civil entre sus partidarios y los de la otra aspirante al trono, su sobrina Juana. La guerra asoló Castilla. La batalla de Toro fue decisiva para la victoria final del bando isabelino. Don Gutierre, al mando de una de las seis escuadras que componían el ala derecha del ejército comandado por Fernando, destacará por su heroísmo en aquella jornada.
En noviembre de 1477, el Capítulo General de la Orden de Santiago lo eligió Comendador Mayor de León, el tercer rango en la jerarquía de la orden militar, tras los de Maestre y Prior. Desde entonces, don Gutierre ostentó con orgullo este título.
El Comendador Mayor de León fue también uno de los grandes protagonistas de la Guerra de Granada, el último acto de la reconquista. Especialmente por el papel que desempeñó al final de aquella empresa bélica. Gracias a una carta escrita por un testigo presencial, rescatada del olvido hace 50 años, conocemos los detalles de la entrada de los cristianos en Granada. El valioso documento viene a decirnos que el primer caballero castellano que pisó el recinto palaciego de la Alhambra fue nuestro don Gutierre.
Cuando todo estaba ya perdido, Boabdil solicitó de los Reyes Católicos el envío urgente de un destacamento de hombres armados que tomase el control de la Alhambra y preparase la entrega de la ciudad. Los reyes decidieron enviar a don Gutierre al mando de una tropa formada por jinetes e infantes armados con espingardas y ballestas. Una vez dentro, el Comendador Mayor ordenó a sus soldados que ocuparan los lugares estratégicos de la Alhambra, mientras él se entrevistaba con el emir en sus aposentos y recibía de sus manos las llaves de la fortaleza-palacio.
Tras la toma de Granada, don Gutierre acrecentará su poder, influencia y riquezas. Seguirá gozando de la privanza de los monarcas, intervendrá en cuestiones de política interior y exterior de primer orden, influirá en la elección de fray Francisco Jiménez de Cisneros como cardenal-arzobispo de Toledo, acudirá como procurador de los reyes a las negociaciones de Tordesillas, aumentará, si cabe, su autoridad en el Consejo Real y ampliará sus posesiones.
En 1497 formalizaba la compra de la villa de Aspe. En 1498 su procurador, mosén Juan de Luján, caballero y comendador de la Orden de Santiago, tomaba posesión de la villa, castillo y baronía de Aspe. El historiador rencentista Gonzalo Fernández de Oviedo destaca en sus “Batallas y quincuagenas” el buen negocio que hizo don Gutierre al adquirir la rica y populosa villa de Aspe: “donde se hazen aquellos hierros de lanza famosos ques de seiscientos o setecientos vecinos, que en aquella saçón eran merced. Esa villa, el comendador mayor la compró (le costó noventa mill doblas) del conde de Oborsa (sic) e de Cocentaina. E la teja solamente dese pueblo se valía solamente lo que dio por ella. Aunque a la verdad, en aquel tiempo valían más cien mil doblas e más hacienda se obiera por ellas, que agora por ciento cinquenta mill. Es una muy buena villa e rica, Azpe; e junto a las que hemos dicho de Elche y Clevillén, en el reyno de Valencia”.
Desde esa fecha, las gentes de Aspe vivirán y morirán bajo la férula de don Gutierre y sus sucesores. En 1529, su hijo don Diego de Cárdenas y Enríquez recibirá del emperador Carlos V el título de duque de Maqueda.

martes, 15 de julio de 2008

La Serranica cumple cien años

Este año celebramos el centenario de la revista La Serranica. Es, sin duda, la publicación aspense más importante de todas las que existen.
La idea de publicar una revista en honor a la Virgen de las Nieves con ocasión de las fiestas patronales en los años pares fue alumbrada por el sacerdote aspense D. Antonio Soria Gabaldón. Enseguida, D. Vicente Calatayud acogió el proyecto y con entusiasmo asumió la dirección de la nueva publicación. Felizmente, en 1908, hace cien años, salía a la luz el primer número de La Serranica. Tras la muerte de don Vicente en julio de 1909, don Antonio Soria se hizo cargo de la dirección hasta el fatídico año de 1936, cuando fue vilmente asesinado en los comienzos de la Guerra Civil, el episodio más negro y cruel de la historia contemporánea de España. La efeméride nos brinda la ocasión de recordar brevemente quién fue este sacerdote.

Antonio Soria Gabaldón nació en la villa de Aspe el 9 de noviembre de 1874 y fue bautizado en la Parroquia de Ntra. Sra. del Socorro. Ingresó en el Seminario de la Purísima Concepción de Orihuela, obteniendo en los largos años de la carrera eclesiástica, la calificación de Matrícula de Honor en todas las asignaturas. El año 1899, finalizó los estudios y fue ordenado sacerdote. Para ampliar estudios se trasladó al Seminario de Valencia, donde obtuvo los grados de Bachiller y Licenciado en Teología. Con una clara vocación docente, tanto en Valencia como en su villa natal, actuó de profesor en academias preparatorias al Bachillerato. En ella año 1911 fue nombrado Profesor de Teología Dogmática en el Seminario Diocesano, ocupando la cátedra durante un quinquenio. Concursó a parroquias en 1916 y obtuvo la de San Juan Bautista de Elche. La mencionada parroquia ilicitana, sita en el arrabal, y antigua morería, era, pastoralmente, la más complicada de Elche. El furibundo anticlericalismo iba a cebarse con el cura y su parroquia. El 20 de febrero de 1936 un incendio destruía la Iglesia de San Juan y su aneja Casa Parroquial.
Aunque D. Antonio intentó permanecer en Elche, no lo pudo conseguir, y tuvo que refugiarse
en el Seminario de Orihuela. Pero incautado el Seminario, tras el 18 de julio, por el Frente Popular de Orihuela, marchó a su villa natal de Aspe, instalándose en casa de un amigo. De nada sirvió. Poco después fue conducido a Elche y encarcelado. El 26 de septiembre del mismo año, fue sacado de la prisión junto al médico ilicitano D. Carmelo Serrano y al abogado Sr. Pérez, de la misma Ciudad. En el trayecto de Elche a Alicante, y en lugares distintos, fueron asesinados los tres.
La antigua Calle del Maltés cambió su nombre y pasó a llamarse Antonio Soria en recuerdo del sacerdote a quien debemos la existencia de la centenaria revista.



La Serranica sólo dejó de publicarse en 1920, 1936 y 1938. En sus orígenes y durante mucho tiempo, fue una revista exclusivamente mariana que reunía poemas y composiciones literarias que los hijos de Aspe dedicaban a su amada patrona. Hoy, sus páginas, como no podría ser de otra forma, siguen manifestando la devoción que los aspenses profesan a la Virgen de las Nieves, pero la revista también se ha convertido, gracias a la encomiable labor de los diferentes directores, en medio de expresión de la cultura, del arte, de las costumbres, de la historia y, en fin, de todos esos elementos distintivos en los que se descubre el carácter, la idiosincrasia de un pueblo.

Han pasado cien años y un nuevo número de La Serranica, ya van 48, vuelve a salir de la imprenta en vísperas de unas fiestas patronales.

jueves, 10 de julio de 2008

Hisn ´Asf



El valle del río Vinalopó está jalonado por castillos medievales que enhiestos sobre peñas y oteros señorean las tierras de las poblaciones ribereñas. Así sucede en Villena, Biar, Sax, Petrel, Elda, Novelda y, por supuesto, sin constituir ninguna excepción, en Aspe.

La primera referencia documental al castillo de Aspe la encontramos en el itinerario escrito por el musulmán Al-Idrisi a mediados del siglo XII que detalla:

“De Murcia a Orihuela hay doce millas, de Orihuela a Albatera, donde está el parador, hay seis millas, de Albatera al Castillo de Aspe (Hisn ´Asf) hay seis millas, al castillo de la Mola que está a orillas del río Vinalopó hay seis millas…”



Ibn Sahib Al-Sala, al relatar la fallida expedición de un ejército almohade sobre Cuenca en 1172 y su regreso, informa de la acampada del contingente militar a los pies del Castillo de Aspe. Las fuentes árabes también se hacen eco del duro ataque de la mesnada de Alvar Fáñez sobre Hisn ´Asf en 1225.


Todo indica que la conquista cristiana de Hisn ´Asf debió producirse en el ecuador del siglo XIII, por las mismas fechas que la toma del castillo de Alicante. Tuvo que obligarse entonces a la población a dejar la fortificación para asentarse en un nuevo emplazamiento en el llano. Así, a partir de este momento, va a producirse el progresivo despoblamiento del recinto hasta su total abandono en el último tercio del siglo XIII. El postrero señor de la fortaleza de Aspe el Viejo sería Zayd Abu Zayd. Era el ocaso de Hisn ´Asf y el nacimiento de Aspe el Nuevo, el núcleo medieval de la actual ciudad. El nuevo asentamiento se iba a situar en un lugar cercano a unos manantiales en el curso medio del río Tarafa a casi cuatro kilometros de distancia del castillo.



El Castillo de Aspe o Castillo del Río está enraizado en una loma sobre un meandro del río Vinalopó muy cerca de la confluencia con el Tarafa. Un largo paño de muro en cremallera envuelve el recinto adaptándose a la irregular orografía del terreno. El elemento característico de este castillo es el ingreso en ángulo entre dos muros paralelos con dos torres o cubos que defienden sus extremos. En la fachada del mediodía, la más vulnerable y accesible, se construyeron macizas torres con el claro propósito de reforzar este flanco de la fortaleza. En el interior de la fortificación se trazaron calles y se edificaron viviendas donde se concentró de forma estable la comunidad campesina de los alrededores. Estos poblados fortificados mejoraban la protección pero también el agrupamiento y el control administrativo y fiscal de la población. Las casas seguirían el modelo de vivienda rural de pequeñas dimensiones. Eran de una sola planta con techumbre plana recubierta de ramas y tierra y estaban divididas generalmente en dos estancias: un establo o almacén y el hogar-dormitorio para la familia. Los moradores del castillo, no más de 300 personas, tendrían como principales actividades la agricultura y la ganadería.


Para saber más:
- AZUAR RUIZ, RAFAEL. El Castillo del Río (Aspe. Alicante). Arqueología de un asentamiento andalusí y transisción al feudalismo. Siglos XII/XIII. Alicante, Diputación Provincial, 1994.

martes, 8 de julio de 2008

La Ermita de la Concepción

En la España del Barroco la devoción a la Inmaculada Concepción estaba muy extendida. Aunque el dogma fue definido el 8 de diciembre de 1854 por le Papa Pío IX, el Concilio de Trento ya dejaba claro que: “al hablar del pecado original, (este concilio) no intenta comprender a la bienaventurada e inmaculada Virgen María”. El dogma de la Inmaculada Concepción sostiene que María “fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano...”.
Desde el siglo XVII, diferentes documentos (Libros de Visitas, Protocolos Notariales, Ma de Consells, Libros de Actas de Plenos…) hacen referencia a la ermita de la Concepción de Aspe. Gracias a este material podemos establecer la siguiente cronología:
- En 1628 el obispo de Orihuela visita las dos ermitas existentes en la villa, la de san Juan (primera iglesia de Aspe) y la de la Concepción, encontrándolas aptas para el culto.
- En 1632 el Vicario General de la Diócesis también inspeccionó ambos oratorios.
- En 1637 la ermita estaba funcionado como parroquia debido al estado ruinoso que presentaba la Iglesia de Nuestra Señora del Socorro (antigua Mezquita Mayor). Volvió a servir de parroquia en 1678 mientras duraron los trabajos de reparación de los arcos de la iglesia.
- Se sigue citando la ermita en sucesivas visitas hasta el año 1756.
- En la visita de 1679 se indica su localización a extramuros de la villa, fuera de la población.
- En 1699 se llevaron a cabo importantes obras de remodelación y ampliación del oratorio costeadas principalmente con la limosna de los hornos. Finalizados los trabajos, el entonces rector de la parroquia de Aspe, don Bartolomé Rico, dejó constancia del traslado en procesión de la imagen de la Purísima Concepción a su nuevo santuario el día 7 de diciembre de aquel año y de la bendición del recinto a cargo del obispo. Después la imagen retornó al templo parroquial donde permaneció por espacio de tres días. El día 10, concluidas las celebraciones y funciones litúrgicas en honor a la virgen, fue llevada de regreso a su ermita, escoltada en el trayecto por una compañía de alardo que capitaneaba Pedro Miralles de Antón (estas compañías de alardo son el precedente de las fiestas de moros y cristianos, típicas del levante español).
- En 1725 los maestros del oficio de sastre de la villa hicieron uso del recinto sagrado para celebrar junta gremial.
- En 1741 se fundó la Cofradía de la Concepción.
- En 1797 se estaba construyendo adosada a la ermita la vivienda o casa-habitación de los ermitaños.
- En abril de 1842 el Ayuntamiento se dirige a la Diócesis pidiendo autorización para emprender obras de reparación en el edificio y para que además de dar cabida a las celebraciones religiosas sirviese, en los días no festivos, como local de instrucción.
- En julio del mismo año, la corporación municipal autoriza a la viuda del encargado del cuidado y aseo de la ermita a seguir habitando en la casa contigua a ésta, donde la mujer llevaba viviendo más de 14 años.
- En noviembre los vecinos de la calle Concepción solicitan la demolición de la ermita ante el estado ruinoso que presentaba el edificio.
- El 27 de diciembre el Ayuntamiento acuerda proceder a “la demolición de lo que resulte amenazar ruina”.
- Enero de 1843. El coste de los trabajos de demolición de la ermita dirigidos por el maestro de obras Antonio Alcaraz asciende a 210 reales.
- El 7 de mayo de 1844 una exposición dirigida por la municipalidad al Jefe Superior Político de la Provincia hacía hincapié en la necesidad de la “composición de la hermita de Nra. Sra. de la Concepción”.
- 30 de octubre de 1846. Las obras del nuevo oratorio todavía no habían concluido por falta de fondos y resultaba imposible hacer coincidir la bendición de la ermita con los festejos que iban a celebrarse con motivo del enlace real de Isabel II y Francisco de Asís.
- En tiempos recientes la ermita de la Concepción fue vendida a un particular y desde los años 80 del siglo XX funciona como almacén de colchones.
Ojalá este singular edificio vuelva a ser patrimonio común de todos los aspenses en un futuro no muy lejano.

Para saber más:
- MARTÍNEZ CERDÁN, C., MARTÍNEZ ESPAÑOL, G. y PEDRO SALA TRIGUEROS, F., Devociones religiosas y lugares de culto en Aspe en la Época Moderna (siglos XVII y XVIII), Ayuntamiento de Aspe, 2005, pp. 32-37.
- AA.VV., Aspe. Medio Físico y Aspectos Humanos, Ayuntamiento de Aspe-Concejalía de Cultura, 1998, p. 363.

martes, 1 de julio de 2008

El siglo XIX

Para aproximarnos al Aspe del siglo XIX vamos a fijarnos someramente en los aspectos demográficos, económicos, sociales y políticos del momento.

La población absoluta experimentó un lento crecimiento a lo largo de la centuria. En la suma de varios factores encontramos la explicación a este estancamiento demográfico: las altas tasas de mortalidad (sobre todo infantil), las epidemias, las crisis de subsistencia, la emigración, una sanidad deficiente…
Atendiendo a los Registros Civiles, aparecen como principales causas de mortalidad: el pasmo, la alferecía y el sarampión para la etapa infantil; el asma, la apoplejía, el sobreparto y la tisis entre los adultos y otras de carácter epidémico y esporádico como las calenturas, la viruela y el cólera. Aspe sufrió el azote del cólera en 1834, otra vez en 1854-55 y con más virulencia en 1885. Una de las medidas sanitarias que adoptó la corporación municipal durante esta última epidemia fue trasladar el cementerio fuera de la población.
Debido a la falta de trabajo, la pobreza, el hambre o la persecución política, muchos aspenses se vieron obligados a marchar a otros lugares. Fuera de nuestras fronteras el destino preferido por los emigrantes fue “el África francesa”, especialmente Argelia.

La agricultura seguía siendo la protagonista principal de la economía. Los frutos de la huerta y del campo constituían la principal riqueza de la villa. La pertinaz sequía, el pedrisco, las heladas o las lluvias torrenciales podían arruinar los sembrados y sumir en la indigencia a buena parte de la población. Cuando las cosas pintaban mal, los vecinos de Aspe traían en rogativa desde su santuario de Hondón a la Virgen de las Nieves para implorar el auxilio del cielo.
La única industria de la que podemos hablar era la dedicada a la transformación de los productos agrícolas, predominando - como ya vimos en la entrada anterior- la elaboración del vino y el aguardiente.

La realidad social de Aspe en el XIX viene determinada por la existencia de dos grupos: los propietarios-labradores y los asalariados-jornaleros. Los primeros acaparan la propiedad de la tierra y ejercen el control de la política municipal. Los segundos serán aguijoneados por la pobreza y el hambre cada vez que falte el trabajo o se encarezcan los productos de primera necesidad en épocas de malas cosechas.
En los momentos de crisis resurge el bandolerismo. Jaime Alfonso “el Barbudo” es el bandolero más famoso de estas comarcas, aunque no el único. Los bandidos acechaban los caminos, asaltando cuando se les presentaba la ocasión a comerciantes y viajeros. También menudearon las incursiones de forajidos sobre propiedades y haciendas. Para luchar contra la rapiña y los asesinatos se autorizó la posesión de armas de fuego y se crearon partidas de escopeteros con la misión de realizar batidas en los montes cercanos. En 1832 son condenados a recibir garrote cinco bandidos “acusados de ladrones en cuadrilla y otros excesos”. Fueron ejecutados en la Plaza Mayor.

El siglo XIX deparó muchas más cosas: la segregación de Hondón de las Nieves en 1839, la emancipación del dominio señorial a principios de la década de los 50, el ferrocarril que nunca llegó a Aspe, la incidencia de las guerras carlistas, las iniciativas de modernización, etc.

lunes, 23 de junio de 2008

Luces y sombras


El siglo XVIII se caracterizó por un importante desarrollo demográfico y económico. El censo de Floridablanca de 1787 cuantificaba en 5.025 habitantes la población de Aspe, colocándose la villa en el puesto veintiuno entre las localidades del Reino de Valencia.
Con el crecimiento generalizado, La Señoría aumentó sus ingresos y, junto a ellos, su poder y el control sobre sus vasallos.
La inmensa mayoría de los aspenses se dedicaba a las labores agrícolas. Pocos eran los hacendados y una multitud los pequeños propietarios y jornaleros. Los hacendados-propietarios-labradores coparían los cargos municipales, situándose, junto al clero y al representante del señor, en la cúspide de la pirámide social.


Desde la Edad Media se aprovechaba, por medio de acequias y acueductos (Fauquí, Aljau, Mayor…), el agua que afloraba en los manantiales de “las Fuentes” para irrigar una fértil huerta, muy famosa en las comarcas circundantes. De los frutos de la huerta (verduras, hortalizas y legumbres) y de su protagonismo en la dieta de los aspenses de antaño viene, sin duda, nuestro mote de “flatosos”. Con todo, el secano dominaba sobre el regadío y los cultivos más extendidos eran la vid y el trigo.
Mención especial merece el vino. Aspe fue una localidad eminentemente vitivinícola hasta que la filoxera arruinó los viñedos a comienzos del siglo XX. Nuestro pueblo estaba entre los mayores productores de vino del Reino de Valencia (hasta 400.000 cántaros en años de buena cosecha). Era costumbre iniciar la vendimia el día siguiente a la festividad de San Francisco de Asís. El excedente se vendía en las poblaciones de alrededor y en las regiones limítrofes o salía rumbo a los mercados extranjeros por los puertos de Alicante y Cartagena. Estrechamente unida al vino destacó también la elaboración del aguardiente. Algunos propietarios adquirieron alambiques para destilar el vino creando las únicas “fábricas” que existieron en la villa hasta el advenimiento de la industrialización.


El siglo de las luces acabó ensombrecido por negros nubarrones de crisis y decadencia. El dieciocho expiraba con un declinar de la prosperidad que trajo consigo, entre otras cosas, el resurgir del endémico fenómeno del bandolerismo. Muchos jornaleros empobrecidos se echaron al monte buscando en la rapiña el sustento y los recursos que no podían obtener por la falta de trabajo en los ciclos de malas cosechas, los bajos salarios, el encarecimiento de los productos de primera necesidad o las pesadas cargas fiscales.

viernes, 20 de junio de 2008

Duques de Maqueda


El título de Duque de Maqueda fue concedido a Don Diego de Cárdenas y Enríquez, hijo de Don Gutierre de Cárdenas, por el emperador Carlos V en 1529.
(Cárdenas)
  1. Gutierre de Cárdenas y Chacón, señor de Maqueda. + 1503.
  2. Diego de Cárdenas y Enríquez, I Duque de Maqueda. +1542.
  3. Bernardino de Cárdenas y Pacheco, II Duque de Maqueda. +1560.
  4. Bernardino de Cárdenas y Portugal, III Duque de Maqueda. + 1601.
(Manrique de Lara- Duques de Nájera)
  1. Jorge de Cárdenas y Manrique de Lara, IV Duque de Maqueda. +1644.
  2. Jaime Manuel de Cárdenas Manrique de Lara. V Duque de Maqueda. + 1652.
  3. Francisco María de Monserrat Manrique de Cárdenas, Vi Duque de Maqueda. +1656.
  4. Teresa Antonia Manrique de Mendoza, VII Duquesa de Maqueda. + 1657.
(Lencastre-Duques de Aveiro)
  1. Raimundo de Lencastre, VIII Duque de Maqueda. + 1666.
  2. María Guadalupe de Lencastre, IX Duquesa de Maqueda. + 1693.
(Ponce de León-Duques de Arcos)
  1. Joaquín I Ponce de León Lencastre y Cárdenas, X Duque de Maqueda. + 1729.
  2. Joaquín Cayetano Ponce de León y Cabrera, XI Duque de Maqueda. + 1743.
  3. Manuel Ponce de León, XII Duque de Maqueda. + 1744.
  4. Francisco Ponce de León y Cabrera, XIII Duque de Maqueda. + 1763.
  5. Antonio Ponce de León, XIV Duque de Maqueda. + 1780.
(Osorio de Moscoso-Condes de Altamira)
  1. Vicente Joaquín Osorio de Moscoso y Guzmán, XV Duque de Maqueda. + 1816.
  2. Vicente Isabel Osorio de Moscoso y Álvarez de Toledo, XVI Duque de Maqueda. + 1837.
  3. Vicente Pío Osorio de Moscoso y Ponce de León, XVII Duque de Maqueda. + 1864.
  4. Francisco de Asís Osorio de Moscoso y de Borbón, XVIII Duque de Maqueda. + 1924.
  5. Francisco de Asís Osorio de Moscoso y Jordán de Urries, XIX Duque de Maqueda. + 1952.
  6. María del Perpetuo Socorro Osorio de Moscoso y Reinoso, XX Duquesa de Maqueda. + 1980.
  7. María de los Dolores Barón y Osorio de Moscoso, XXI Duquesa de Maqueda.
  8. Luis María Gonzaga de Casanova Cárdenas y Barón, XXII Duque de Maqueda.
  9. El título ha pasado en 2011 a su hermana: María del Pilar Paloma de Casanova y Barón (n. en 1947), XXIII duquesa de Maqueda, casada con Francisco López de Becerra y de Solé.


martes, 17 de junio de 2008

De señores y vasallos


El duque de Maqueda, que era también marqués de Elche y señor o barón de Aspe, se opuso mientras pudo a la expulsión de los moriscos, sus mejores y más rentables vasallos. A diferencia de Elche - la cabeza del marquesado, poblada mayoritariamente por cristianos viejos- que había protagonizado numerosos episodios de insumisión y rebeldía frente al poder señorial, la villa morisca de Aspe siempre se mostró fiel y sumisa a su dueño temporal.
Consumada la expulsión, ninguna catástrofe natural, ninguna epidemia, ni siquiera las hambrunas o las guerras habían causado - ni causarían en el futuro- una pérdida de población semejante a la de 1609 y, consecuentemente, la merma económica de considerables proporciones que estaba privando de los ingresos de antaño a las, cada día más paupérrimas, arcas señoriales. Nuestro pueblo necesitó aproximadamente un siglo para recuperarse demográficamente del éxodo provocado por la expulsión, y no será hasta comienzos del XVIII cuando Aspe consiga igualar la cantidad de habitantes que tenía antes del masivo destierro.
Para superar tan dramática situación, el duque de Maqueda emprendió una serie de medidas encaminadas a estimular la afluencia de repobladores a sus posesiones. En 1611 firmó con el vecindario y las autoridades municipales de Aspe una carta de Puebla donde se establecían las condiciones impuestas a los futuros colonos. Los nuevos vasallos recibían una casa y tierras para cultivar, el señor les cedía el dominio útil de la tierra mientras él conservaba el dominio directo (enfiteusis) y el derecho sobre los monopolios y regalías: molinos, tiendas, cantarerías, carnicería, hornos, taberna, montes, manantiales…
El señor de la villa y baronía de Aspe percibía las rentas señoriales, nombraba a las autoridades municipales y ejercía la jurisdicción civil y criminal, alta y baja, mero y mixto imperio. Gracias a los autos de las tomas de posesión de los duques o, más bien, en la mayoría de los casos, de sus procuradores-representantes, nos podemos hacer una idea cabal de lo que eran los señores en aquella época, de su preponderancia en el orden social y del poder político y económico que concentraban en su persona. A modo de ejemplo, vamos a resumir aquí el contenido del documento correspondiente a la toma de posesión de la villa y baronía de Aspe de 1645 (1):

- El documento está escrito en valenciano.
- El nuevo duque de Maqueda y barón de Aspe es D. Jaime Manuel de Cárdenas, quien sucedía al frente de la Casa a su difunto hermano, D. Jorge de Cárdenas.
- El procurador del duque en la toma de posesión es el canónigo de la Catedral de Valencia D. Joseph Sanz.
- Son convocados públicamente por el oficial pregonero a son de trompeta el justicia (presidente del Consell), jurados, consejeros, mustasaf (encargado de los pesos y medidas y de evitar el fraude en el comercio de las mercaderías), sobrecequiero (administraba el uso de las aguas de riego), síndico y demás vecinos y vasallos de la villa para celebrar consejo general en la Iglesia Parroquial.
- Reunidos en el templo y presididos por don Joseph Sanz, se inicia el acto de toma de posesión con el solemne juramento y homenaje de fidelidad y vasallaje al Duque de Maqueda, en la persona de su procurador, siendo reconocido unánimemente como señor natural de la villa y baronía de Aspe.
- Por su parte, en nombre del duque, don Joseph Sanz juraba observar y guardar los fueros, privilegios, usos y buenas costumbres del Reino de Valencia y de la villa de Aspe.
- El procurador destituye y restituye inmediatamente a las autoridades y cargos municipales (justicia, jurados, mustasaf, sobrecequiero, síndico), escenificando de esta manera que correspondía al señor, y a nadie más, la elección y nombramiento de los miembros del Consell.
- Se manda pregonar por los lugares de costumbre la prohibición de portar toda clase de armas. Es apresado un vecino que traía un puñal al cinto. Poco después será amnistiado y puesto en libertad por el representante del duque.
- El procurador acompañado de los cargos municipales y de numerosos vecinos de la villa comienza la toma de posesión del patrimonio y regalías señoriales.
- Se dirigen, en primer lugar, a tomar posesión de la Casa de la Señoría, sita en la Plaza, donde habitaba el Bayle (el lugarteniente del señor en la villa, cuya principal misión era velar por los intereses de la Señoría).
- Sigue la posesión de la Casa-Hospital.
- Posesión de una casa con huerto propiedad de Su Excelencia (que podría tratarse del mismo establecimiento que en el pasado perteneció a la Santa Inquisición, situado en el arrabal del Molino).
- Del hostal y mesón de la villa, también en la plaza.
- De los graneros y caballerizas que lindaban con la plaza mayor, el hostal-mesón y la sala nueva del Consell.
- Del horno de vidrio.
- De los tres hornos de pan que existían en la villa: el de la calle nueva de la Iglesia, el del Barranco y el horno nuevo.
- De la tienda.
- De la carnicería.
- Del molino harinero, que daba nombre a un barrio que había crecido a extramuros de la villa, "el raval del Molí".
- De la taberna.
- De las cárceles.
- De la regalía de las cantarerías. En la documentación correspondiente a la toma de posesión del año 1668 en nombre de la duquesa doña María Guadalupe se citan cuatro casas cantarerías conocidas popularmente como: la de la Judería, la de “vora del riu”, la de “Avinent” y la del “racó”.
- Después, en señal de la posesión de la villa “y del Clos (2) de aquella” el procurador pasea por las calles de la población.
- Seguidamente salen fuera de la villa y, desde el promontorio del Calvario, don Joseph Sanz toma posesión de todo el término hasta donde alcanza la vista: “accedi personalment al puesto hon esta el Monte Calvari fora de dita vila de hon se vehen les montanyes terme y orta de aquella y de alli prengue possesio de tot lo terme montanyes terra culta e inculta orta aygües y fonts de aquella…”
- Para finalizar, se dirigen al lugar del cadalso, cercano a la villa, donde se simboliza, arrancando la rama de un árbol y colgándola de la horca, la posesión de la jurisdicción civil y criminal, alta y baja, mero y mixto imperio.

(1) Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, Baena, c. 165.
(2) Clos: Recinto, lugar delimitado por un cerco, espacio cerrado al exterior. Queda claro que Aspe era una villa murada, con arrabales, puertas, tapias y elementos defensivos (el portal de la villa, la puerta de Orihuela, más tarde, o los "castillos" del Aljau y del Calvario, asociados a sendos puentes en los accesos a la población, aparecen en diversos documentos de los siglos XVI, XVII y XVIII).

domingo, 15 de junio de 2008

Rodrigo, Juan y Francisco

Tenemos constancia documental acerca de 39 moriscos de Aspe procesados por el Tribunal del Santo Oficio bajo la acusación de “islamitas”. Relacionamos a continuación sus nombres, detallando también el año y la sentencia si se conoce:
- 1564. Adrian, Juan: 100 azotes, un mes de cárcel y multa de 50 ducados.
- 1566. Alfafar, Rodrigo.
- 1566. Alpejo, Baltasar.
- 1566. Lugo, Miguel.
- 1567. Alpes, Baltasar: 2 meses de cárcel y multa de 6.000 maravedíes.
- 1567. Amar, Gaspar: 6 meses de cárcel y multa de 6.000 maravedíes.
- 1567. Bernabil, Pedro: 1 año de cárcel y multa de 6.000 maravedíes.
- 1567. Hamza, Beatriz: 6 meses de cárcel y multa de 6.000 maravedíes.
- 1567. Lego, Puyol: 2 meses de cárcel y multa de 6.000 maravedíes.
- 1567. Payol, Juan: 2 años de cárcel y multa de 30 ducados.
- 1568. Almilla, Luis: 4 meses de cárcel.
- 1568. Alpes, Luisa: 2 meses de cárcel.
- 1568. Amar, Beatriz: 6 meses de cárcel.
- 1568. Fajar, Rodrigo: relajado, quemado en la hoguera.
- 1568. Mandado, Juan: relajado, quemado en la hoguera.
- 1568. Martínez, Francisco: relajado, quemado en la hoguera.
- 1568. Morón, Catalina: 6 meses de cárcel.
- 1570. Aduzarat, Ginés.
- 1570. Albian, Diego.
- 1571. Carles, Luis: 6 meses de reclusión.
- 1571-1580. Leonor.
- 1580. Zarcote, Ángela: 6 meses de cárcel.
- 1582. Magan, Melchor: Absuelto.
- 1586. Belvis, María: 4 años de cárcel.
- 1587. Lupe, Luis ben: Suspendida.
- 1587. Mahamux, Juan: Absuelto.
- 1588. Gomez, Gil: 4 años de galeras.
- 1592. Alazón, Francisco: Galeras.
- 1593. Mayo, María.
- 1594. Alacayo, Juan: 100 azotes y cárcel perpetua.
- 1594. Alcorean, Alonso: 5 años en galeras.
- 1594. Durramen, Hernando: Absuelto.
- 1594. Fajardo, Lorenzo: Absuelto,
- 1594. Mayayo, María: Cárcel perpetua.
- 1594. Ruta, Luis: 6 años en galeras.
- 1594. Tete, Ginés: Azotes y 5 años en galeras.
- 1662. Estrellero, Pedro: Absuelto.

Aspe pertenecía junto a otras 189 poblaciones al Tribunal del Santo Oficio de Murcia instaurado por los Reyes Católicos en 1488. El lugar de costumbre donde se celebraban los Autos de Fe era la iglesia de Santa Catalina de dicha ciudad.
Las cuatro últimas décadas del XVI comprenden el momento álgido de la actividad inquisitorial desplegada contra aquellos moriscos que, se sospechaba, practicaban en secreto “ceremonias y cosas de la secta de Mahoma”. Podemos observar que 1567, 1568 y 1594 son los años con mayor número de procesados.
Cuando la sentencia era condenatoria se establecían tres grados de castigo. El menor correspondía a los “penitenciados”. Éstos debían abjurar o retractarse de su delito y recibían sobre todo, penas de multa, destierro o azotes. Es el grupo más numeroso entre los encausados de nuestra localidad.
El siguiente grado quedaba reservado a los “reconciliados”. La infracción era de mayor gravedad y el Santo Oficio imponía penas más duras que las anteriores, como la confiscación total de bienes, la cárcel perpetua o el envío a galeras.
Y, por último, estaban los “relajados”, los “criptomusulmanes” que por la enormidad de su delito eran separados y entregados al brazo secular para ser quemados en la hoguera.
Tres moriscos de Aspe fueron quemados en 1568.
Rodrigo de Fajar, Juan Mandado y Francisco Martínez oían la lectura de la terrible sentencia. Los imaginamos con los cuerpos maltrechos por el tormento del potro y la mancuerda, postrados, los sentidos oscurecidos a causa del miedo, el dolor y la vergüenza, ausentes, ajenos a lo que les rodeaba, en la lejanía de los ya resignados a abandonar este mundo, vestidos de ignominia con el infame sambenito ante un populacho fanático y morboso. Serían separados del seno de la Iglesia y entregados a las autoridades civiles para ser conducidos a la hoguera. Las llamas los iban a consumir con indecible sufrimiento, abrasados vivos si no pedían perdón en el último instante y el verdugo les daba garrote antes de que las lenguas de fuego devorasen la lacerada carne.

viernes, 13 de junio de 2008

El pastor y su grey

Con el rótulo de “Erección de los curatos de los lugares de moriscos del obispado de Orihuela” existe un expediente promovido por el obispo Joseph Esteve en 1597 que recoge noticias de las localidades con población morisca de la diócesis oriolana, entre ellas Aspe, donde el mitrado quería nombrar rectores o párrocos perpetuos para mejorar la atención pastoral y la instrucción religiosa de los cristianos nuevos. Esta documentación de 21 folios, hallada por el profesor J. B. Vilar en el Archivo Catedral de Orihuela hace más de 30 años, resulta imprescindible para conocer la situación de los moriscos del sur del reino de Valencia en vísperas de la expulsión. En referencia a Aspe puede leerse:

“El lugar de Aspe se compone de 386 casas de Cristianos nuebos y 70 de viejos que todas hacen el número de 456.

Hay Yglesia Parroquial con la ynvocacion de Santa Maria, que es la mesma que antes era Mezquita de Moros. Su cura de almas se ha ejercido por dos sacerdotes mercenarios, a quienes por sus alimentos su dueño temporal Duque de Maqueda y Marques de Elche acostumbró dar 69 L. moneda valenciana por razón de todos los frutos diezmales que por concesión Apostólica percibe de dicho pueblo, ascendiendo su valor a 1.400 L. anuales y también en virtud de cierta concordia celebrada ante el obispo y Cabildo de Cartagena, de una parte, y de otra D. Juan Ruiz de Corella dueño de los lugares de Novelda, Aspe, Petrel y Salinas sobre los diezmos de dichos pueblos. Y con escritura ante Matheo Esteve, notario a los 30 días del mes de agosto año 1494 otorgada en la villa de Aspe, se obligó su dueño temporal a mantener en él un sacerdote cura de almas y la universidad de Aspe a dar 25 L. por razón de las primicias, por quanto no se davan en fruto a los parrochos.

Y respecto que es muy presiso instruir en la fe Catholica a los dichos nuevamente combertidos, y que tengan éstos pastor propio que no tema a nada, antes bien exponga su vida por sus feligreses, conviene que se constituya en dicha Parroquial Yglesia un rector o parrocho perpetuo, que obtenga dicha rectoría por concurso, y a quien en parte de su congrua se le apliquen y queden aplicados para siempre las dichas 94 L. y para cumplimiento de las 100 L. y para alimentar un vicario que es necesario, y para administrar los sacramentos a un tan crecido pueblo, se han de añadir otras 56 L., que con las 94 L. de antes, componen las 150 L. que se deveran pagar en esta forma:

El dueño temporal pagará por el motivo referido 31 L. que con las 69 L. que antes contribuía, pagara en adelante 100 L. que es el lote de Rectoría y Rector. Y dicha Universidad pague otras 25 L. mas por razón de las primicias, y así pagará las 50 L. por los alimentos del vicario que poco ha se obligó a pagar todos los años al rector que se nombrase, según escritura recibida por el notario de dicha Universidad.

Y por quanto la Yglesia a donde concurre el pueblo y se celebran los oficios divinos, es la antigua Mezquita, como sus edificios lo demuestran, y ésta por su antigüedad amenaza ruina, en este sitio, y a expensas de la Universidad, según la forma establecida edifíquese otra de nuevo, que luego que fuese concluida, derritiese la vieja Mezquita, sin dexar memoria de ella, y sus rentas y demás bienes que le pertenecieron antiguamente queden aplicados a la Parroquia nueva y la administración de ellos a cargo del ecónomo y rector”.

jueves, 12 de junio de 2008

Muy cerca de desaparecer


En el contexto de la rebelión de las Germanías, comenzaron a practicarse bautizos forzosos y en masa de mudéjares en muchos lugares del Reino de Valencia y las mezquitas se fueron transformando en iglesias y ermitas.
En 1525 el rey Carlos I decretaba que nadie de una religión distinta al cristianismo podía permanecer en sus reinos excepto bajo la condición de esclavo. A los mudéjares bautizados se les comenzó a llamar “moriscos” o “cristianos nuevos de moro”. La población musulmana se veía obligada, ahora sí, a abandonar la religión coránica y a acatar la fe cristiana. Pero el cambio de credo fue sólo pura apariencia, una conversión fingida, una falsa apostasía que era además permitida por el Islam. Los moriscos conservaron en secreto y en la intimidad de sus casas la religión y las atávicas prácticas islámicas.
Bajo el reinado de Felipe II, las autoridades políticas y religiosas resolvieron acabar con la obstinación morisca por la vía de la represión y del castigo ejemplar del disidente. El instrumento para llevarlo a la práctica iba a ser la Inquisición. Tres moriscos de Aspe fueron quemados en la hoguera en 1568.
Pero tampoco funcionó. Con la sinrazón es imposible convencer. El problema morisco persistía. Se buscó otra solución. Y se encontró. Se haría al modo de Isabel y Fernando. Si los Reyes Católicos habían expulsado a los judíos en 1492, el tataranieto, Felipe III, haría lo propio con sus súbditos moriscos a partir de 1609.
Aspe se vació. Alrededor de 2.000 personas -(más del 85% de la población), entre hombres y mujeres, niños y ancianos- fueron arrancadas de sus casas, de su pueblo, y vomitadas del reino como cosa perniciosa. Una legión de apátridas embarcaba en los puertos con destino incierto y sin un hogar al que poder volver.
En medio de la desolación quedaron unas pocas familias de cristianos viejos, tan pocos que iba a ser difícil sobreponerse a tamaña calamidad y empezar de nuevo. Había mucho por hacer y pocos brazos disponibles. Aspe estuvo muy cerca de desaparecer de los mapas y de la historia.

miércoles, 11 de junio de 2008

La aljama de Aspe


La dominación cristiana no significó el exterminio de los musulmanes, ni el destierro, ni siquiera la obligación de someterse a la religión y a las costumbres de los vencedores. Los mudéjares fueron tolerados y protegidos porque así interesaba a la Corona, a la Iglesia y a la nobleza. Para los poderosos representaban una importante fuente de ingresos; las rentas mudéjares llenaban los cofres y las arcas de sus señores. Circulaba un dicho que sentenciaba: “huerta que cava un moro, vale un tesoro”.
Muy pocos musulmanes se marcharán al reino nazarí de Granada o al norte de África y muy pocas familias cristianas se afincarán aquí. Así pues nuestro pueblo continuará siendo habitado por una población mayoritariamente islámica durante siglos, prácticamente hasta el momento de la expulsión de los moriscos decretada por el rey Felipe III en 1609.
Aspe fue una de las aljamas más destacadas del sur del reino de Valencia. El viajero alemán Jerónimo Münzer solamente menciona a nuestra localidad cuando habla de las aljamas productoras de uva pasa de un valle cercano a la ciudad de Alicante y Hernando Colón, hijo del Almirante, la llama “Granada la chica” en la segunda década del siglo XVI.
Los mudéjares de Aspe crearon una fértil huerta gracias a las acequias y acueductos (Fauquí, Aljau...) que conducían el agua del Tarafa a los cultivos, eran buenos herreros y la uva pasa que elaboraron llegó a ser muy apreciada en muchos lugares de Europa.
La coexistencia entre moros y cristianos alternó episodios de pacífica convivencia con momentos de tensión y conflicto que solían coincidir con las graves crisis de subsistencias, las guerras o las epidemias.
Un ejemplo de colaboración entre moros y cristianos fue la creación a principios del siglo XV de “La hermandad de las aljamas y villas de la Gobernación de Orihuela”. Las villas cristianas de Orihuela, Elche, Alicante, Villena y Sax hacían causa común con las aljamas de Crevillente, Elda, Aspe, Novelda, Chinorla, Monóvar, Petrel, Asprella y el arrabal de Elche, en la lucha contra los frecuentes secuestros que tenían como objetivo el cobro de un rescate, delito que era conocido en la época con el nombre de “crimen de collera”.
Algunas veces la Corona y la Iglesia intentaron con muy poco éxito la conversión de los mahometanos al cristianismo. La barrera del idioma –los mudéjares hablaban la algarabía- y la perseverancia de los moros en su religión y costumbres influyeron decisivamente en los magros resultados. Las escasas conversiones tendrían lugar en el ámbito urbano donde los cristianos eran mayoría y la convivencia entre ambas comunidades resultaba mucho más intensa.
Será ya en el siglo XVI cuando se emprenda por todos los medios, incluso los más drásticos y abyectos, la asimilación del mudéjar, pero de esto hablaremos más tarde.

martes, 10 de junio de 2008

La Entrada Cristiana


Aspe iba a compartir idéntica suerte que la cercana Crevillente, ciudad de la que dependía. El señor de Crevillente, el agareno Ahmad B. Hud, hijo del rey de Murcia, firmó en 1243 un pacto con el Infante de Castilla don Alfonso, el futuro rey Sabio. Nos referimos al Tratado de Alcaraz. Al reconocer la soberanía castellana, Ahmad B. Hud conservaba el rango de gobernador o “ra´is” del señorío de Crevillente y aseguraba también el respeto a las propiedades, la religión y las costumbres de los nuevos vasallos musulmanes de la corona castellana. De este modo, Aspe quedaba sometida al reino de Castilla de forma enteramente pacífica.
Por estas fechas, los moradores del Castillo del Río comienzan a trasladarse a un nuevo emplazamiento en el llano a orillas de otro río, el Tarafa, afluente del Vinalopó. Es el origen de “Aspe el Nuevo” y el ocaso de Hisn Asf, de "Aspe el Viejo". Los motivos de tal abandono los desconocemos en detalle, pero cabe suponer que mucho tendría que ver la imposición a los mudéjares de desalojar las fortalezas que habían ocupado para asentarse en campo abierto.
Aspe permanece bajo la férula de Castilla hasta finales del siglo XIII. Entre tanto, Aragón todavía no ha puesto límites a su expansión territorial y codicia los territorios murcianos en la frontera meridional (la mitad sur de la actual provincia de Alicante). Así, el rey aragonés, Jaime II, aprovechando la debilidad castellana y la minoría de edad del futuro Fernando IV, penetra en tierras murcianas. Los murcianos opondrán una tenaz resistencia excepto en el señorío moro de Crevillente. Otra vez el ra´is de Crevillente se apresurará a firmar un pacto de vasallaje y sumisión y, otra vez, las localidades de su señorío, entre ellas Aspe, se someterán cordialmente a una nueva potencia, esta vez a la Corona de Aragón.
Definitivamente, por la “Sentencia Arbitral de Torrellas” del año 1304 que fijaba los límites entre los reinos de Castilla y Aragón, la aljama de Aspe quedaba bajo soberanía aragonesa en la parte “ultra Sexonam” (de más allá de Jijona) del Reino de Valencia.

La Entrada Mora


El Islam en una descomunal expansión iniciada en los desiertos de Arabia, había alcanzado en tiempo record las vecinas costas del Magreb. En el horizonte, al otro lado del mar, la Hispania visigoda se perfilaba entre la bruma como fruta madura a punto para ser recolectada. Los árabes, la etnia dirigente dentro del Islam, soñaban con un rico botín y con un paraíso de feraces campos, densos bosques y auríferos ríos. El deseado cuerno de la abundancia hispánico se encontraba a su alcance. Frente a ellos tenían a un estado godo descoyuntado por las guerras civiles entre bandos nobiliarios que se disputaban el trono, un reino dividido y en ruinas. Los caudillos árabes estaban dispuestos a no desaprovechar las ventajas de semejante coyuntura. Así las cosas, en 711, uno de ellos, Tariq, al mando de 7.000 beréberes atravesó el Estrecho y derrotó al ejército hispano-godo de Rodrigo en una batalla que probablemente se libró a orillas del río Guadalete. Un año después, Musa, el gobernador árabe del norte de África, desembarcó con un imponente ejército de 18.000 hombres para acometer la conquista de la península ya de manera decidida. Un buen número de jefes visigodos se sometió sin resistencia a los nuevos amos. El noble Teodomiro –Tudmir para los árabes- fue uno de los magnates visigodos que optaron por preservar sus privilegios bajo dominio musulmán. Teodomiro, señor de un vasto territorio en el sureste del solar ibérico, firmó un tratado con el hijo de Musa conocido como “Pacto de Teodomiro”. Lo que quiera que fuera Aspe en los albores de la invasión islámica, quizá nada más que un diminuto asentamiento rural en el corredor natural del Vinalopó por donde pasaba desde época romana la Vía Augusta, quedaba dentro de los límites del territorio señoreado por el caudillo visigodo que comenzó a llamarse “Cora de Tudmir”.
Tras las noticias de época antigua y hasta el siglo XI, las fuentes documentales que conocemos no mencionan una sola vez el lugar de Aspe. Va a ser el geógrafo almeriense Al-Udri quien haga caer este velo de oscuridad cuando se refiera a la alquería de Aspe (´Ash), al señalar las sucesivas etapas del itinerario entre las ciudades de Murcia y Játiva:

“… de la ciudad de Murcia a la ciudad de Orihuela, una etapa; a la alquería de Aspe, una etapa…”

Pero a mediados del siglo XII la situación cambiará a lo largo del Valle del Vinalopó. Las reformas que van a introducir los almohades para contrarrestar el empuje de los reinos cristianos del norte reactivarán la economía y favorecerán el asentamiento de nuevos pobladores en el territorio. La aldea que fue Aspe es ahora “Hisn Asf” (El Castillo del Río) un poblado fortificado, una plaza fuerte cabeza de distrito administrativo, que corona un promontorio sobre un meandro del Vinalopó (más adelante hablaremos con mayor amplitud y detalle de Hisn Asf).
Los esfuerzos de los almohades no lograron frenar el ímpetu de los cristianos ni sus ansias por recuperar el terreno perdido. En el verano de 1225, el caballero castellano Alvar Fáñez al mando de una aguerrida hueste de los concejos de Cuenca, Huete, Alarcón y Moya atacó el Castillo del Río. Hubo muertos en la refriega y se hicieron prisioneros. Hisn Asf resistió la acometida a duras penas y no pasó todavía a manos cristianas. No habrá que esperar mucho. Tan sólo dos décadas después de la cabalgada de Fáñez, el Tratado de Alcaraz iba a establecer la soberanía de Castilla sobre estas tierras y sobre sus pobladores.

lunes, 9 de junio de 2008

Aspe entra en la Historia

Cuando a partir del siglo VIII a.C., los intrépidos pueblos del mediterráneo oriental, fenicios y griegos, desembarquen en la península, en el otro extremo del mundo entonces conocido –en busca de metales y productos agrícolas fundamentalmente- se encontrarán con los íberos. Fenicios y griegos establecerán ventajosas relaciones comerciales con los pueblos peninsulares y estos, por su parte, copiarán los adelantos técnicos traídos por los nuevos colonos.
En el “Castillo del Río” han aparecido materiales ibéricos, cartagineses y romanos. Es bastante conocido un fragmento de cerámica ibérica decorada con la imagen de un jinete rodeado de lobos. El paraje de “el Campet” es el otro lugar del municipio donde, hasta la fecha, se han encontrado abundantes restos pertenecientes a este período.
En el siglo II d.C. el geógrafo egipcio, Ptolomeo, en su obra "Geografía", describe las poblaciones de la Contestania Ibérica, señalando entre ellas una llamada “laspis”.
Un siglo después, en el itinerario atribuido a Antonio Augusto, aparece nuevamente “Aspis”, que, en este momento, sería apenas un lugar de posta (una “mansio” o pequeño caserío) en la gran calzada romana conocida como “Vía Augusta”, cuyo trazado corría paralelo al río Vinalopó.
De tiempos más recientes, en concreto de época visigoda (siglo VII d.C.), es la necrópolis de 63 tumbas excavada en el partido de Vistalegre. Las inhumaciones siguen la tradición romano-cristiana, los cadáveres fueron colocados en posición decúbito supino (acostados boca arriba) con la cabeza orientada a poniente y los pies a oriente.
Aspis parece diluirse después en las sombras de una época particularmente oscura, evidenciándose un vacío documental y arqueológico que llega hasta el tiempo de los almorávides, ya en el siglo XI de nuestra era. La antigua Aspis será rebautizada por los nuevos amos musulmanes con el nombre árabe de Hisn Asf (Castillo de Aspe).

En el principio...


Aspe es un municipio de la Comunidad Valenciana que se encuentra en la Comarca del Medio Vinalopó, en el corazón de la provincia de Alicante. Su término municipal limita con Hondón de las Nieves, La Romana, Novelda, Monforte del Cid, Elche y Crevillente. La distancia con la capital de la provincia es de 24 km. Actualmente el vecindario de Aspe roza las 20.000 almas.
A orillas de un arroyo de moruno nombre se asienta la población. Durante siglos, las fuentes del Tarafa han dado de beber a los hombres y a la tierra. La lluvia es tan escasa como el caudal del riachuelo. Cerca del Mediterráneo, no se pasa demasiado frío en invierno y en los tórridos veranos lo mejor es ponerse a remojo o buscar una buena sombra donde cobijarse.

El hombre ha colonizado estas tierras desde la Prehistoria. En el II milenio a.C. se fueron ocupando sistemáticamente muchos de los cerros que jalonan el corredor del río Vinalopó, vía de comunicación natural entre el litoral y la meseta. Dentro del término municipal de Aspe contamos con los yacimientos arqueológicos de la Horna y el Tabayá, dos asentamientos de la Edad de Bronce situados en sendas colinas que dominan la llanura. De esta época han llegado hasta nosotros pesas de telar, fragmentos de cerámica decorada, vasos "tulipiformes", cuentas de collar, puntas de flecha, dientes de hoz, molinos "barquiformes" para moler el cereal y otros útiles y artefactos que pueden ser admirados en el museo histórico y etnológico de la localidad.

domingo, 8 de junio de 2008

Historia y vida

La historia, como la vida, es una sucesión de acontecimientos, un devenir de sucesos variopintos, buenos y malos, alegres y tristes, convulsos y tranquilos... unos hechos que imprimen carácter y nos hacen ser lo que somos...

Podemos entender la historia como la biografía de los pueblos. En este blog hablaremos de la dilatada e interesante historia de Aspe, un acogedor pueblo alicantino, encrucijada de caminos y crisol de gentes y culturas, lugar de encuentro, antes y ahora.

Un saludo a todos.

Datos personales

Aspe, Alicante, Spain
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