miércoles, 11 de junio de 2008

La aljama de Aspe


La dominación cristiana no significó el exterminio de los musulmanes, ni el destierro, ni siquiera la obligación de someterse a la religión y a las costumbres de los vencedores. Los mudéjares fueron tolerados y protegidos porque así interesaba a la Corona, a la Iglesia y a la nobleza. Para los poderosos representaban una importante fuente de ingresos; las rentas mudéjares llenaban los cofres y las arcas de sus señores. Circulaba un dicho que sentenciaba: “huerta que cava un moro, vale un tesoro”.
Muy pocos musulmanes se marcharán al reino nazarí de Granada o al norte de África y muy pocas familias cristianas se afincarán aquí. Así pues nuestro pueblo continuará siendo habitado por una población mayoritariamente islámica durante siglos, prácticamente hasta el momento de la expulsión de los moriscos decretada por el rey Felipe III en 1609.
Aspe fue una de las aljamas más destacadas del sur del reino de Valencia. El viajero alemán Jerónimo Münzer solamente menciona a nuestra localidad cuando habla de las aljamas productoras de uva pasa de un valle cercano a la ciudad de Alicante y Hernando Colón, hijo del Almirante, la llama “Granada la chica” en la segunda década del siglo XVI.
Los mudéjares de Aspe crearon una fértil huerta gracias a las acequias y acueductos (Fauquí, Aljau...) que conducían el agua del Tarafa a los cultivos, eran buenos herreros y la uva pasa que elaboraron llegó a ser muy apreciada en muchos lugares de Europa.
La coexistencia entre moros y cristianos alternó episodios de pacífica convivencia con momentos de tensión y conflicto que solían coincidir con las graves crisis de subsistencias, las guerras o las epidemias.
Un ejemplo de colaboración entre moros y cristianos fue la creación a principios del siglo XV de “La hermandad de las aljamas y villas de la Gobernación de Orihuela”. Las villas cristianas de Orihuela, Elche, Alicante, Villena y Sax hacían causa común con las aljamas de Crevillente, Elda, Aspe, Novelda, Chinorla, Monóvar, Petrel, Asprella y el arrabal de Elche, en la lucha contra los frecuentes secuestros que tenían como objetivo el cobro de un rescate, delito que era conocido en la época con el nombre de “crimen de collera”.
Algunas veces la Corona y la Iglesia intentaron con muy poco éxito la conversión de los mahometanos al cristianismo. La barrera del idioma –los mudéjares hablaban la algarabía- y la perseverancia de los moros en su religión y costumbres influyeron decisivamente en los magros resultados. Las escasas conversiones tendrían lugar en el ámbito urbano donde los cristianos eran mayoría y la convivencia entre ambas comunidades resultaba mucho más intensa.
Será ya en el siglo XVI cuando se emprenda por todos los medios, incluso los más drásticos y abyectos, la asimilación del mudéjar, pero de esto hablaremos más tarde.

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Aspe, Alicante, Spain
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