Hace mucho tiempo, cuando mis abuelos eran niños todavía, la actual Avenida de la Constitución se llamó Avenida de las Víctimas del 18 de Diciembre.
La historia se ha escrito - sigue escribiéndose- en letras rojas de sangre. Nunca supimos gobernarnos, nunca supimos hacer ninguna revolución, nunca supimos elegir bando porque siempre, siempre, hubo víctimas. Ocurre que los hombres no sabemos, no podemos o no queremos hacerlo mejor. Y no se observan síntomas de mejoría.
La historia se ha escrito - sigue escribiéndose- en letras rojas de sangre. Nunca supimos gobernarnos, nunca supimos hacer ninguna revolución, nunca supimos elegir bando porque siempre, siempre, hubo víctimas. Ocurre que los hombres no sabemos, no podemos o no queremos hacerlo mejor. Y no se observan síntomas de mejoría.
A finales de enero de 1930 el general Miguel Primo de Rivera presentaba su dimisión al rey Alfonso XIII. La dictadura había acabado con el prestigio de la monarquía y los opositores republicanos comenzaban a soñar con la caída del rey y la instauración de un régimen republicano en España. El movimiento obrero adquiría cada vez más fuerza y utilizaba el arma de la huelga para conseguir sus objetivos y poner en jaque a los débiles gobiernos que sucedieron al de Primo de Rivera. En agosto, se reunieron en la ciudad de San Sebastián representantes de diversas fuerzas políticas contrarias a Alfonso XIII para adoptar las líneas de acción que condujeran a una república parlamentaria. Del llamado Pacto de San Sebastián salió el compromiso de formar el Comité Revolucionario Nacional que asumiría la dirección del proceso. Fundamentalmente, todo consistía en provocar un pronunciamiento militar que, unido a la huelga general, lograse acabar con la Monarquía. El Comité eligió para el levantamiento la fecha del 15 de diciembre, pero los militares republicanos de la guarnición de Jaca se adelantaron, sublevándose el día 12. La precipitada rebelión de Jaca fracasó y los cabecillas fueron ejecutados.
El día 15, efectivamente, la huelga estalla en muchos lugares, sobre todo en el Levante y Aragón.
Aspe, además de unirse a la sublevación siguiendo las consignas del Comité, llegó a proclamar la República, hecho que puede explicar la dura represión del movimiento insurreccional en nuestra localidad. Los días 15, 16 y 17 transcurrieron relativamente tranquilos, pero el 18 de diciembre resultó trágico. Ese día, un grupo de guardias civiles abrió fuego contra los manifestantes causando varios muertos y heridos. Poco después, intervino la Legión, aplastando la revuelta y tomando el control de la villa. Sofocada la sublevación, se desarmó al vecindario y se practicaron numerosas detenciones entre los insurgentes. Los principales dirigentes revolucionarios de la localidad fueron conducidos a la prisión de Alicante, de donde no saldrían hasta el triunfo republicano. Los periódicos más importantes del país se hicieron eco de los acontecimientos de Aspe.
Tras la proclamación de la II República en abril de 1931, se había constituido en Aspe un gobierno local republicano. Las nuevas autoridades municipales querían esclarecer los sucesos del mes de diciembre, identificar a los responsables civiles o militares y conducirlos ante la justicia. En la sesión del pleno de 24 de septiembre de 1931 (1), la corporación municipal aprobaba un escrito dirigido al Presidente de la Comisión de Responsabilidades y a los señores diputados de la provincia, en el que se ofrecía una versión de los hechos acaecidos en la población durante aquellos convulsos días. En el acta de la sesión se narra así lo sucedido:
Exmo. Sr., Aspe, llevado de su espíritu republicano, tomó parte unánime y activa en los sucesos revolucionarios del pasado diciembre, obedeciendo las órdenes del Comité; el quince de dicho mes se declaró la huelga general que continuó hasta el día diez y siete del mismo, sin que durante dichos días ocurriese el menor incidente, siendo el paso absoluto y garantizando el orden los mismos elementos revolucionarios, los cuales se vieron sorprendidos el día diez y ocho del referido mes cuando pacíficamente y en gran número por el estado de huelga transitaban por la Plaza del pueblo con la presencia de un autobús que conducía doce guardia civiles y un teniente del mismo Instituto, los cuales, sin previo aviso, y emboscados en el mismo coche, hicieron numerosos disparos contra el vecindario, para momentos después seguir disparando una vez descendidos del auto, originando tres muertos, entre ellos, una niña de tres años de edad, y numerosos heridos, muchos de ellos graves, por cuyo motivo tuvieron que sufrir amputaciones de miembros. Ante el asombro y la consternación del vecindario, atravesaron la población las referidas fuerzas disparando contra todo transeúnte y en retirada ante el pánico que les infundiera un enemigo imaginario, hasta el extremo de haber causado la muerte de un pobre posadero en el preciso momento en que éste cerraba las puertas de su casa. Y como si esto fuera poco, a las dos horas se veía invadida la población por numerosas fuerzas de la Guardia Civil y una Bandera del Tercio que acordonaron la población y ante el pánico del vecindario, que tenía las casas cerradas, obligaron a abrirlas convocándoles a la plaza pública donde maltrataban y amenazaban a los vecinos para que gritasen ¡viva el Rey! Para justificar, sin duda, su desdichada actuación, el comandante de la fuerza publicó un bando requiriendo al vecindario para que entregase toda clase de armas, intimidando con registros domiciliarios, y los vecinos entregaron las escopetas de caza de que disponían y de una manera cobarde y falsamente, se informaba a las autoridades de los sucesos diciendo que el pueblo estaba armado y haciendo fuego y que habían recogido dos sacos de escopetas y pistolas; telegramas inexactos y tendenciosos que eran glosados por la prensa de la derecha especialmente “El Debate”. Todos estos hechos más o menos desvirtuados se hicieron públicos por la prensa de aquellos días. No terminó aquí el calvario de los vecinos de esta villa. La misma noche y valiéndose seguramente de la delación de los enemigos personales y políticos de la localidad eran trasladados a la cárcel de Alicante todos aquellos hombres de alta o baja condición social que eran conocidos como republicanos y víctimas de la Dictadura los cuales fueron vejados, injuriados, incluso atormentados por la Guardia Civil, sufriendo la cárcel hasta el día de la proclamación de la República…
(1) Archivo Municipal de Aspe, Actas de Pleno, 1931-1932, fol. 54v y ss.
El día 15, efectivamente, la huelga estalla en muchos lugares, sobre todo en el Levante y Aragón.
Aspe, además de unirse a la sublevación siguiendo las consignas del Comité, llegó a proclamar la República, hecho que puede explicar la dura represión del movimiento insurreccional en nuestra localidad. Los días 15, 16 y 17 transcurrieron relativamente tranquilos, pero el 18 de diciembre resultó trágico. Ese día, un grupo de guardias civiles abrió fuego contra los manifestantes causando varios muertos y heridos. Poco después, intervino la Legión, aplastando la revuelta y tomando el control de la villa. Sofocada la sublevación, se desarmó al vecindario y se practicaron numerosas detenciones entre los insurgentes. Los principales dirigentes revolucionarios de la localidad fueron conducidos a la prisión de Alicante, de donde no saldrían hasta el triunfo republicano. Los periódicos más importantes del país se hicieron eco de los acontecimientos de Aspe.
Tras la proclamación de la II República en abril de 1931, se había constituido en Aspe un gobierno local republicano. Las nuevas autoridades municipales querían esclarecer los sucesos del mes de diciembre, identificar a los responsables civiles o militares y conducirlos ante la justicia. En la sesión del pleno de 24 de septiembre de 1931 (1), la corporación municipal aprobaba un escrito dirigido al Presidente de la Comisión de Responsabilidades y a los señores diputados de la provincia, en el que se ofrecía una versión de los hechos acaecidos en la población durante aquellos convulsos días. En el acta de la sesión se narra así lo sucedido:
Exmo. Sr., Aspe, llevado de su espíritu republicano, tomó parte unánime y activa en los sucesos revolucionarios del pasado diciembre, obedeciendo las órdenes del Comité; el quince de dicho mes se declaró la huelga general que continuó hasta el día diez y siete del mismo, sin que durante dichos días ocurriese el menor incidente, siendo el paso absoluto y garantizando el orden los mismos elementos revolucionarios, los cuales se vieron sorprendidos el día diez y ocho del referido mes cuando pacíficamente y en gran número por el estado de huelga transitaban por la Plaza del pueblo con la presencia de un autobús que conducía doce guardia civiles y un teniente del mismo Instituto, los cuales, sin previo aviso, y emboscados en el mismo coche, hicieron numerosos disparos contra el vecindario, para momentos después seguir disparando una vez descendidos del auto, originando tres muertos, entre ellos, una niña de tres años de edad, y numerosos heridos, muchos de ellos graves, por cuyo motivo tuvieron que sufrir amputaciones de miembros. Ante el asombro y la consternación del vecindario, atravesaron la población las referidas fuerzas disparando contra todo transeúnte y en retirada ante el pánico que les infundiera un enemigo imaginario, hasta el extremo de haber causado la muerte de un pobre posadero en el preciso momento en que éste cerraba las puertas de su casa. Y como si esto fuera poco, a las dos horas se veía invadida la población por numerosas fuerzas de la Guardia Civil y una Bandera del Tercio que acordonaron la población y ante el pánico del vecindario, que tenía las casas cerradas, obligaron a abrirlas convocándoles a la plaza pública donde maltrataban y amenazaban a los vecinos para que gritasen ¡viva el Rey! Para justificar, sin duda, su desdichada actuación, el comandante de la fuerza publicó un bando requiriendo al vecindario para que entregase toda clase de armas, intimidando con registros domiciliarios, y los vecinos entregaron las escopetas de caza de que disponían y de una manera cobarde y falsamente, se informaba a las autoridades de los sucesos diciendo que el pueblo estaba armado y haciendo fuego y que habían recogido dos sacos de escopetas y pistolas; telegramas inexactos y tendenciosos que eran glosados por la prensa de la derecha especialmente “El Debate”. Todos estos hechos más o menos desvirtuados se hicieron públicos por la prensa de aquellos días. No terminó aquí el calvario de los vecinos de esta villa. La misma noche y valiéndose seguramente de la delación de los enemigos personales y políticos de la localidad eran trasladados a la cárcel de Alicante todos aquellos hombres de alta o baja condición social que eran conocidos como republicanos y víctimas de la Dictadura los cuales fueron vejados, injuriados, incluso atormentados por la Guardia Civil, sufriendo la cárcel hasta el día de la proclamación de la República…
(1) Archivo Municipal de Aspe, Actas de Pleno, 1931-1932, fol. 54v y ss.
1 comentario:
Hola Gurdulú!
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