Atendiendo primero al contexto general, la muerte sin descendencia de don Francisco en 1656 había creado, por un lado, un litigio sucesorio entre parientes que enfrentó al duque de Nájera con los duques de Avero; mientras que, por otro lado, aquella situación de vacío de poder ofrecía a la villa de Elche una nueva oportunidad para desvincularse del ducado de Maqueda y, como ya ha sido apuntado, realizar de una vez por todas el viejo sueño de su reincorporación a la Corona como villa real.
Una sentencia de la Cámara de Castilla había dirimido a favor de doña María Guadalupe Alencastre y Cárdenas, duquesa de Avero, el pleito sobre la sucesión del ducado de Maqueda y del marquesado de Elche. Pero, al decidir también sobre este último, el organismo castellano incurría en un acto de injerencia al carecer de competencias sobre un territorio - el marquesado de Elche- que se encontraba bajo la jurisdicción de la Real Audiencia de Valencia. Se sumaba, al litigio sucesorio, un conflicto jurisdiccional que complicaba aún más las cosas.
El 13 de abril de 1668, el duque, en nombre de su esposa doña María Guadalupe, quiso hacer efectiva la sentencia de la Cámara de Castilla tomando posesión de la villa de Elche. Sin embargo, la furibunda oposición de los ilicitanos frustró la tentativa del duque y le obligó a refugiarse en el palacio, protegido por sus hombres. El virrey y la Real Audiencia de Valencia acordaron tomar medidas, enviando a uno de los ministros de la Real Audiencia a Elche con la misión de convencer al duque sobre la necesidad de abandonar la población por el riesgo que corría ante un pueblo soliviantado. Pero los duques tenían otros planes.
Las enormes dificultades encontradas en Elche iban a contrastar con la tranquila toma de posesión de la villa y baronía de Aspe, efectuada el día 18 del mismo mes. Esta maniobra de los duques y el consentimiento unánime de los miembros del consejo municipal y de los vecinos de la localidad de Aspe para dar la posesión de la villa y baronía a doña María Guadalupe, duquesa de Avero y Maqueda, provocó tanto la ira de Elche como la de la Real Audiencia de Valencia, originándose una situación de inestabilidad en todo el marquesado con graves consecuencias para Aspe. El 19 de junio de 1668, el pueblo fue asaltado y el representante del duque en la villa, Jaime Beltrán, apresado y conducido a los calabozos de Elche. En el ámbito local, los vivas al duque y a la duquesa que unos mancebos lanzaron, cuando cantaban coplas y se divertían en la plaza mayor de Aspe, la noche del 17 de junio, fueron, a la postre, el pretexto utilizado por los alguaciles y oficiales de la Real Audiencia que se hallaban en el pueblo (se hospedaban en la Casa Palacio de la villa) para provocar el enfrentamiento con el vecindario y con el bayle, dando pie a la posterior represalia del día 19. (Sepulcro de Doña María Guadalupe. Monasterio de Guadalupe, Cáceres.)
Finalmente, doña María Guadalupe consiguió - tras la ratificación en agosto de 1669 del Consejo de Aragón de la sentencia dada por la Cámara de Castilla- la posesión de sus territorios valencianos con los títulos vinculados a estos. Elche tuvo que ceder y resignarse a su destino. Doña María Guadalupe no sólo hubo de luchar contra los pretendientes rivales, sino también contra sus propios vasallos, principalmente los ilicitanos, quienes habían intentado por todos los medios el retorno de su población a la jurisdicción real.
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